No hay camino que engañe al lobo.

Cuando nadie me encuentre seguramente sea porque haya dejado de esconderme, porque el miedo a no ser buscada haya agotado las esquinas y toda esta rabia retumbe por las grietas. Porque ya no esté en alguna esquina, lamentando haber llegado tarde a ese tren que todos advirtieron que solo pasaría una vez.

Cuando ya no me encuentre tal vez haya encontrado otra estación en la que esperar sin destino, intentando dejar al miedo en blanco y encontrar la esperanza en el tren de vuelta. Cuando ya no me encuentre dejaré de buscarme en el espejo y tal vez pueda dibujarme una nueva silueta en la huida. Ya no sé si quiero ser reconocida.

Cuando ya no me encuentre, solo espero dejar de buscarme ahí donde ya he estado. Y perdido.

No hay camino que engañe al lobo.